Emotional Intelligence and Anxiety during the COVID-19 Pandemic: A study on their relationships in young adults

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Original

Inteligencia Emocional y Ansiedad en tiempos de pandemia: Un estudio sobre sus relaciones en jóvenes adultos

Raquel Moral Castro (a y Carolina Pérez Dueñas (a, b, c

a) Departamento de Psicología, Facultad de Ciencias de la Educación, Universidad de Córdoba (España).
B) Instituto Maimónides de Investigación Biomédica (IMIBIC), Córdoba (España).
C) Hospital Universitario Reina Sofía de Córdoba (España).

INFORMACIÓN DEL ARTÍCULO


Received el 4 de Agosto de 2021
Accepted el 5 de Marzo de 2022
Available online el 5 de Abril de 2022

 

RESUMEN


Antecedentes y objetivos: La pandemia de COVID-19 ha provocado que gran parte de la población experimente ansiedad. Los niveles de Inteligencia Emocional Percibida (IEP) y regulación emocional pueden ser factores clave para modular los niveles de ansiedad y prevenir trastornos emocionales. El objetivo es analizar cómo influyen los niveles de IEP y las formas de regulación emocional de reappraisal y supresión en la ansiedad experimentada. Materiales y métodos: 99 participantes de 18 a 35 años cumplimentaron el Inventario de Situaciones y Respuestas de Ansiedad (ISRA-B) para ansiedad, el Trait Meta Mood Scale (TMMS-24) para IEP, el Emotion Regulation Questionnaire (ERQ) para regulación emocional y un cuestionario sociodemográfico y de situaciones relacionadas con el COVID-19. Resultados: Los factores de IEP medidos predicen los niveles de ansiedad, puntuaciones altas en atención y bajas en claridad y reparación predicen distintas respuestas de ansiedad y en distintas situaciones en porcentajes variables. Los factores de reappraisal y supresión no predicen los niveles de ansiedad. Las mujeres experimentan más ansiedad que los hombres y aquellas personas con familiares o amigos que han sufrido COVID-19 experimentan menos ansiedad. Conclusiones: Niveles altos en atención y bajos en claridad y reparación son factores de riesgo para experimentar distintos tipos de ansiedad en distintas situaciones, mientras que las formas de regulación emocional de reappraisal y supresión no parecen ser relevantes. Factores sociodemográficos como ser mujer o experiencias relacionadas con el COVID-19 parecen ser factores de riesgo o protectores que deben ser estudiados para prevenir la ansiedad en contextos de pandemia.

 

PALABRAS CLAVE


Ansiedad
Inteligencia Emocional Percibida
Regulación emocional
COVID-19

Emotional Intelligence and Anxiety during the COVID-19 Pandemic: A study on their relationships in young adults

 

ABSTRACT


Background and objectives: The COVID-19 pandemic has caused a large part of the world population to experience anxiety. The levels of Perceived Emotional Intelligence and emotional regulation can be key factors in modulating the levels of anxiety experienced and preventing the emotional disorders. The aim is to analyze how the IEP levels and forms of emotional regulation of reappraisal and suppression influence the anxiety experience. Materials and methods: 99 participants aged between 18 and 35 completed the Inventory of Anxiety Situations and Responses (ISRA-B) to analyze anxiety, the Trait Meta Mood Scale (TMMS-24) for IEP, the Emotion Regulation Questionnaire (ERQ) for emotional regulation and a sociodemographic questionnaire and situations related to the experience with COVID-19. Results: The measured IEP factors predict anxiety levels, high attention and low clarity and repair predict different anxiety responses and in different situations in variable percentages. Reappraisal and suppression factors do not predict anxiety levels. Women experience more anxiety than men and those who have had relatives or friends who have suffered from COVID-19 experience less anxiety. Conclusions: High levels of attention to feelings and low levels of clarity and emotional repair are risk factors for experiencing different types of anxiety in different situations, while the forms of emotional regulation of reappraisal and suppression do not seem to be relevant, sociodemographic factors such as being a woman or one’s own experiences in relation to COVID-19 seem to be risk or protective factors that should be studied to prevent anxiety in pandemic contexts.

 

KEYWORDS


Anxiety
Perceived Emotional Intelligence
Emotional regulation
COVID-19
 

Introducción


Estudios recientes han puesto de manifiesto que debido al CO-VID-19 la población ha presentado depresión, irritabilidad, cambios de humor, angustia emocional, insomnio, estrés postraumático o ira (Salari et al., 2020), aportando evidencias de que las personas han experimentado psicosis, ataques de pánico, ansiedad e incluso pensamientos suicidas, además de emociones como miedo, tristeza e ira. Esto se debe a que es un virus que ha desencadenado un aislamiento social, que no está explorado en profundidad, a su rápida propagación y a unos altos índices de mortalidad, lo que ha favorecido este tipo de emociones y unas devastadoras consecuencias psicológicas y económicas (Brooks et al., 2020). Existen rasgos so-ciodemográficos que tienen un riesgo añadido para la percepción de amenaza y ansiedad, favoreciendo emociones negativas, por lo que variables como sexo, edad, nivel de estudios, haber dado positivo en COVID-19 o conocer a alguien que haya sufrido la enfermedad deben ser consideradas relevantes como moduladoras de los efectos psicológicos producidos por la COVID-19 (Jurado et al., 2020; Lee et al., 2020).

La ansiedad es una respuesta normal que surge ante la amenaza de un resultado negativo, con una alta prevalencia en la vida cotidiana y se considera que está implicada en la psicopatología de los trastornos emocionales (Cano-Vindel et al., 2020). El comportamiento ansioso está desencadenado por la interacción entre las características de la propia persona y las situaciones en las que se desenvuelve (García-Fernández et al., 2011). La ansiedad puede manifestarse mediante un triple sistema de respuesta: cognitiva, fisiológica o motora, rompiendo la idea de que la ansiedad es un concepto individual y aceptando que es un constructo que se muestra a través de una teoría tridimensional. Estas respuestas pueden surgir ante cuatro tipos de situaciones, como son: situaciones de evaluación, interpersonales, fóbicas y situaciones de la vida cotidiana. Las respuestas cognitivas se definen como la ansiedad que se muestra mediante pensamientos o sentimientos de miedo, inseguridad, temor, amenaza o preocupación, pudiendo llegar a presentar una ansiedad psicopatológica, en la que se percibe la amenaza de forma inminente. El concepto de las respuestas fisiológicas hace alusión a los niveles de activación del sistema nervioso autónomo, sistema nervioso somático y sistema nervioso central y, por ende, aumentando la actividad electrodérmica, cardiovascular, la frecuencia respiratoria y el tono músculo-esquelético. Por último, las respuestas motoras son los índices de agitación motora producidos por el incremento de las respuestas cognitivas y fisiológicas ante las diferentes situaciones (Barlow, 2004). Estas respuestas pueden ser directas como temblores, tics, tartamudeo, inquietud motora o ges-ticulaciones, disminución de la capacidad para la discriminación perceptiva y de la memoria a corto plazo, o respuestas indirectas que hacen alusión a conductas de evitación o escape que no están controladas por la persona. Este sistema de respuestas puede no covariar entre sí, conociéndose este fenómeno como discordancia o fraccionamiento de la respuesta. Es decir, una persona sometida a una situación ansiosa presenta en cada sistema de respuesta una intensidad diferente, existiendo independencia entre ellos (Martí-nez-Monteagudo et al., 2012).

Para poder paliar la ansiedad es de vital importancia el dominio de las habilidades de Inteligencia Emocional (IE) sobre todo la regulación emocional. La IE ayuda a reducir emociones como el miedo o la ira, teniendo en cuenta que cuanto mayor nivel de IE presenten, experimentarán menor intensidad emocional del miedo, la tristeza o la ansiedad (Moro y Biolik-Moro , 2020). Además, promover un estilo de vida saludable y recursos psicológicos, como las habilidades de IE pueden ayudar eficazmente a disminuir los efectos negativos que la pandemia conlleva (Bermejo-Martins et al., 2021). La IE, según el modelo de Mayer y Salovey (2007), podría definirse como la “habilidad para percibir y valorar la emoción, habilidad para acceder y/o generar sentimientos cuando estos facilitan el pensamiento, habilidad para comprender la emoción y el conocimiento emocional, y habilidad para regular las emociones que promueven el crecimiento emocional e intelectual” (p. 10). La población con altos niveles de IE es capaz de evaluar las situaciones de ansiedad de forma más positiva al utilizar técnicas de afrontamiento y regulación más adaptativas (Ruiz-Aranda et al., 2014). Por ello, los individuos emocionalmente inteligentes podrían poner en práctica estrategias de afrontamiento más eficaces y manifestar reacciones y respuestas al estrés de menor intensidad (Extremera, 2020).

En este estudio nos centramos en el concepto de Inteligencia Emocional Percibida (IEP), definida como la capacidad percibida de las personas para prestar atención a sus estados de ánimo y emociones, su capacidad para discriminar entre ellos y su capacidad para regularlos (Extremera y Fernández-Berrocal, 2005). De acuerdo con la literatura, la IEP se relaciona negativamente con los niveles de ansiedad, en concreto, aquellas personas con menores niveles de ansiedad presentan mayor claridad hacia sus sentimientos y una mayor capacidad para regular sus emociones. Los niveles de la IEP, medida mediante el TMMS-24, tienen un carácter predictivo respecto a la ansiedad (Fernández-Berrocal, Alcaide, et al., 2006).

Por otra parte, el componente de regulación emocional puede ser definido como “el proceso en el que influenciamos las emociones que vamos a tener, cuándo las vamos a tener y cómo las vamos a experimentar y expresar” (Gross, 1998, p. 275). En la literatura encontramos que algunas estrategias de regulación emocional, como la reevaluación cognitiva o reappraisal, están relacionadas negativamente con la ansiedad (Joorman et al., 2007).

La regulación emocional y la IEP son dos conceptos diferentes, pero con una fuerte relación. Ser inteligente emocionalmente permite el desarrollo de habilidades estrechamente relacionadas con la regulación emocional. Esta favorece la evaluación de las emociones y proporciona estrategias para poder cambiarlas, modificando su duración, intensidad y valencia (Gross y John, 2003). Podemos señalar que las personas que presentan un déficit en la capacidad de regulación emocional son quienes tienen mayor probabilidad de padecer emociones desadaptativas, siendo estas más intensas y duraderas, favoreciendo la aparición de trastornos emocionales.

Dado que las emociones pueden regularse utilizando numerosas estrategias, en este artículo adoptamos un modelo de procesamiento emocional consensuado para operacionalizar conceptualmente distintas formas de regulación emocional (Gross, 1998). Según este modelo, la regulación emocional puede enfocarse en el antecedente mediante una estrategia denominada reappraisal, de manera que la persona puede cambiar la forma de interpretar la situación de forma que disminuya su aversión (Gross y John, 2003) o se puede centrar en la respuesta, utilizando la estrategia denominada supresión que consiste en la inhibición de la conducta expresiva de una emoción activada implicando el esfuerzo para controlar las expre-siones faciales, verbales y gestuales, asociado a la respuesta emocional en curso (Goldin et al., 2008).

Estudios previos en los que se han relacionado estas dos formas de regulación emocional con los niveles de ansiedad indican que la estrategia de reapraissal es más eficaz que la de supresión (Breen y Kashdan, 2011; Goldin et al., 2008; Hofmann et al., 2009), por lo que hipotetizamos una correlación negativa entre los niveles de ansiedad experimentados y la estrategia de reapraissal y una corre-lación positiva con la estrategia de supresión.

En este estudio es importante resaltar el contexto tan característico en el que se desenvuelve, ya que, en los años 2020 y 2021. España estaba pasando por momentos muy críticos, tanto sanitarios, sociales, económicos y políticos, siendo importante destacar que el estudio se desarrolla en plena segunda ola sanitaria desde que se decretara el estado de alarma en el país en marzo de 2020. En el momento de la investigación, la tasa de contagios y fallecimientos eran las más elevadas desde que comenzó la pandemia, lo que favoreció el desarrollo y mantenimiento de esa sensación de incertidumbre y ansiedad ante la amenaza del virus, superando la tasa de 500 casos por 100.000 habitantes en la provincia de Córdoba (Arjona, 2021). Destacar que todas las localidades pertenecientes a la provincia se encontraban cerradas perimetralmente, con un toque de queda impuesto a nivel nacional, tal y como se recoge en el Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo, del Boletín Oficial del Estado. Las relaciones sociales tal y como se conocían hasta ahora eran casi inexistentes por el cierre de los locales de ocio y la reducción de personas permitidas en una reunión, según el Decreto del Presidente 2/2021, de 8 de enero, recogido en el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía. En cualquier momento se considera oportuno investigar para mejorar el bienestar de la sociedad con el fin de paliar las emociones que más efectos negativos pueden tener para las personas, pero en una situación como la vivida, debería considerarse prioritario.

Así, el objetivo principal de este estudio es analizar cómo influyen los niveles de IEP y las formas de regulación emocional en la ansiedad experimentada en tiempos de pandemia. En concreto, en el triple sistema de respuesta (cognitiva, fisiológica y motora) y las cuatro situaciones descritas anteriormente (situaciones de evaluación, interpersonales, fóbicas y situaciones de la vida cotidiana). Debido a los cambios sociales tan importantes destacados anteriormente y a la literatura previa, adicionalmente exploramos si algunas variables sociodemográficas o factores relacionados con el COVID-19 pueden estar influyendo de manera diferencial en los niveles de ansiedad percibidos, IEP y formas de regulación emocional. Así, de acuerdo con la literatura previa, esperamos encontrar mayores niveles de ansiedad en las mujeres que en los hombres y en aquellas personas que han sufrido COVID-19 o un familiar o amigo lo ha padecido (Jurado et al., 2020; Lee et al., 2020).

En relación con la IEP, hipotetizamos que las personas con ma-yores niveles de IEP experimentarán menor ansiedad. Por último, respecto a las estrategias de regulación emocional, se esperaría en-contrar que las personas que utilizan la estrategia de reappraisal experimentarán menor ansiedad y las que utilizan las de supresión su ansiedad será mayor.

 

Materiales y método


Muestra

En este estudio participaron inicialmente 137 sujetos, pero tras la exclusión de aquellos que no completaron el total de los cues-tionarios, fueron 99 los que conformaron la muestra final. El estudio se llevó a cabo en la provincia de Córdoba, España. El 34,3% de los sujetos eran hombres (N = 34) y el 65,7% mujeres (N = 65), con edades comprendidas entre los 18 y 35 años (M = 26,55; DT = 5,30). De los sujetos que proporcionaron estos datos sociodemo-gráficos, el 61,6% se encontraba en una relación de pareja frente al 38,3% que estaban solteros. El 49,4% de los sujetos convivían con sus padres y hermanos. En relación a los estudios y situación laboral, el 55,5% poseía estudios universitarios y el 72,7% se encontraba activo laboralmente. El 17,1% ha estado en tratamiento psicológico, el 11,1% ha sufrido alguna enfermedad relacionada con la ansiedad, y el 5% ha tomado medicación para algún trastorno mental. Atendiendo a los factores relacionados específicamente con el COVID-19, solo el 7% ha sufrido la enfermedad y el 75,7% ha tenido algún familiar o amigo que lo ha sufrido.

Instrumentos

Inventario de Situaciones y Respuestas de Ansiedad (ISRA-B), de Cano-Vindel et al., (2020), con formato de situación-respuesta (S-R), en el que se recogen 22 situaciones y 24 respuestas de ansiedad. Las situaciones se agrupan en cuatro áreas situacionales: situaciones de evaluación, situaciones interpersonales, situaciones fóbicas y situaciones de vida cotidiana. Por otro lado, las respuestas de ansiedad se dividen en tres subescalas, evaluando tres métodos de respuesta: cognitiva, fisiológica y motora. El conjunto de los 46 ítems analiza la frecuencia con la que la persona experimenta ansiedad, atendiendo a una escala de tipo Likert: desde casi nunca (0) hasta casi siempre (4) para la escala R (respuestas), y desde nada (0) a muchísimo (4) para la escala S (situaciones). Los primeros 24 ítems evalúan la respuesta de ansiedad: a nivel cognitivo (ítems 1 - 7, donde encontramos ítems como “me siento inseguro”), a nivel fisiológico (ítems 8 – 17, donde encontramos ítems como “siento náuseas o mareo”) y a nivel motor (ítems 18-24, donde encontramos ítems como “quedo paralizado o mis movimientos son torpes”). La suma de estos 24 ítems arroja un valor de ansiedad autoinformada (total R, Total de Respuestas), además de tres puntuaciones diferentes para cada una de los sistemas de respuesta. Los otros 22 ítems evalúan la ansiedad frente a unas situaciones potencialmente ansiógenas: situaciones de evaluación (7 ítems, por ejemplo “si tengo que hablar en público”), situaciones interpersonales (5 ítems, por ejemplo “cuando tengo que asistir a una reunión social o conocer gente nueva”), situaciones fóbicas (5 ítems, por ejemplo “en lugares altos, o en aguas profundas”) y situaciones de vida cotidiana (5 ítems, por ejemplo “en mi trabajo o cuando estudio”). La suma de estos 22 ítems arroja una puntuación total de las situaciones (total S), y cuatro puntuaciones diferentes de cada una de las situaciones. La puntuación total de ansiedad (T) se obtiene sumando el Total de respuestas (R) y el Total de situaciones (S).

Los índices de consistencia interna o alfa de Cronbach son de (.91) para la escala total de respuesta, (.84) para la subescala de respuesta cognitiva, (.86) para la subescala de respuesta fisiológica, (.70) para la subescala de respuesta motora, (.89) para la escala total de situaciones, (.82) para las situaciones de evaluación, (.74) para las situaciones interpersonales, (.69) para situaciones fóbicas, (.74) para situaciones de vida cotidiana y (.94) para el total de ansiedad (Cano-Vindel et al., 2020).

Trait Meta Mood Scale (TMMS-24). Para evaluar la IEP se utilizó la escala TMMS-24, adaptada por Fernández-Berrocal, Extremera y Ramos (2004), compuesta por 24 ítems que se distribuyen en tres dimensiones de ocho ítems cada una de ellas: atención emocional, percepciones que tiene el sujeto sobre la capacidad de atención y evaluación de los sentimientos, con un coeficiente de alfa de Cronbach de (.90); claridad emocional, comprensión y el análisis de las emociones, para poder etiquetarlas y entender la posibilidad de relación entre estas, con un alfa de Cronbach de (.90) y reparación emocional, habilidad para regular o controlar las propias emociones y la de los otros, teniendo un alfa de Cronbach de (.86). Es una escala de tipo Likert de cinco puntos, desde 1: nada de acuerdo, a 5: totalmente de acuerdo. Para la obtención de las puntuaciones se debe sumar los ítems del 1 al 8 para el factor atención, los ítems del 9 al 16 para el factor claridad, y los ítems del 17 al 24 para el factor reparación.

Emotion Regulation Questionnaire (ERQ). La regulación emocional fue evaluada mediante la versión española validada por Gómez-Ortiz et al, (2016) del ERQ (Gross y John, 2003). Se trata de una escala de autoinforme compuesta por 10 ítems de tipo Likert de siete puntos, desde 1: completamente en desacuerdo, hasta 7: totalmente de acuerdo. Existen dos dimensiones o factores: el primer factor, denominado reappraisal o reevaluación cognitiva, recoge seis ítems, y el segundo factor, supresión emocional, recoge los cuatro ítems restantes. La puntuación toma el promedio de todas las puntuaciones de las escalas de reevaluación cognitiva o reappraisal y supresión emocional. Cuanto mayor sea el valor, mayor será el uso de dicha estrategia. El índice de fiabilidad de alfa de Cronbach es de (.79) para la escala de reappraisal y (.73) para la escala de supresión (Gómez-Ortiz et al., 2016).

Cuestionario sociodemográfico. Con el fin de conocer los principales datos sociodemográficos y relacionados con la experiencia del COVID-19 de nuestra muestra se incluyeron los siguientes: edad, sexo, estado civil, nivel de estudios, situación laboral actual, con quién convive, si tiene diagnosticada alguna enfermedad, si toma alguna medicación y si está relacionada con el trastorno de la ansiedad, si ha sufrido COVID-19 o si algún familiar se ha contagiado y si hay algún aspecto relevante a mencionar relacionado con la temática de la investigación: ansiedad, emociones y CO-VID-19.

Procedimiento

El proceso de participación se realizó mediante un muestreo incidental por accesibilidad, debido a la imposibilidad de realizarlo de forma presencial. La recogida de datos se realizó en diciembre de 2020.

El proyecto de investigación fue aprobado por el Comité de Ética de la Universidad de Córdoba y fue realizado siguiendo los estándares éticos de la Declaración de Helsinki de 1964. El estudio se publicitó a través de la red social de Facebook, en la que una de las investigadoras colgó en su página un enlace a la Hoja de Información del estudio en formato online, donde se informaba del estudio y se realizaba la petición de difusión del mismo. Esta información llegó en primera instancia a los contactos de la investigadora (jóvenes adultos). Estos lo compartieron y les llegó a los contactos de sus contactos, y así sucesivamente, hasta ampliar la población objeto de estudio. Se llevó a cabo mediante un muestreo no probabilístico por bola de nieve, pues un primer sujeto propone a otros la posibilidad de participación, produciendo un efecto acumulativo de participantes. Aquellas personas interesadas en formar parte del estudio accedieron al enlace y adjuntaron su correo electrónico. Posteriormente, la investigadora les envió un correo facilitándole la hoja de Consentimiento Informado para que pudieran expresar su conformidad para ser incluidos. Tras la recepción del documento firmado, se les envió un segundo correo con un enlace web seguro para poder cumplimentar los cuestionarios de la investigación. A cada participante se le asignó un código de identificación personal para garantizar la confidencialidad, de acceso único para el propio sujeto y la investigadora, con el fin de ofrecerle los resultados personales una vez finalizado el estudio. En primer lugar, rellenaron el cuestionario sociodemo-gráfico, después el ISRA-B, el TMMS-24 y finalizaron con el ERQ.

Análisis de datos

Los datos se analizaron mediante el paquete estadístico SPSS (Statistical Package for the Social Sciences), versión 25. En primer lugar, para conocer mejor las características de la muestra, se reali-zaron análisis descriptivos de las dimensiones de cada cuestionario en función de las variables sociodemográficas y los factores relacio-nados con el COVID-19 registrados, obteniendo así sus medias y desviaciones típicas. En segundo lugar, con el fin de explorar si existen diferencias significativas en los niveles de ansiedad, IEP o estilos de regulación emocional dependiendo de las características sociodemográficas o factores relacionados con el COVID-19 registradas, se llevaron a cabo pruebas t de Student (en el caso de dos grupos) y ANOVAs (en el caso de más de dos grupos) en los casos de cumplirse los supuestos de normalidad (calculado mediante la prueba de Kolmogórov-Smirnov) y homocedasticidad (calculado mediante la prueba de Levene). En el caso de no cumplirse los supuestos para los análisis paramétricos, realizamos el análisis no paramétrico correspondiente, la U de Man Whitney o Kruskal Wallis. Mediante el programa G*Power analizamos el tamaño del efecto (TE) y el poder estadístico. Para su interpretación se señala un tamaño del efecto pequeño cuando d = .20, mediano cuando d = .50 y grande cuando d = .80.

En tercer lugar, para analizar la relación entre la ansiedad, la IEP y los estilos de regulación emocional, realizamos análisis de correlación entre los factores del ISRA-B y los del TMMS-24 y el ERQ. En el caso de cumplir los criterios para análisis paramétricos realizamos la correlación de Pearson. En caso contrario, el estadístico no pa-ramétrico aplicado fue la correlación de Spearman. De acuerdo con nuestras hipótesis previas, esperamos correlaciones negativas entre los factores del ISRA-B y los factores de atención, claridad y repara-ción y el reappraisal y correlaciones positivas entre los factores del ISRA-B y el factor de supresión. Por último, para cumplir con el principal objetivo de la investigación, se realizaron regresiones jerárquicas por pasos sucesivos para cada uno de los factores de ansiedad donde las variables dependientes fueron los factores de ansiedad y las independientes los factores de IEP y estilos de regulación emocional que correlacionaron con cada factor.

Por último, se realizó un análisis de potencia estadística mediante el programa G*Power para estudiar los valores del TE de los análisis (f2) así como los valores de probabilidad de error (1 – ?) con un ? = 0,05 y un tamaño de la muestra total de 99. Adicionalmente, para el TE empleamos el coeficiente de determinación (R2), el cual brinda información acerca del porcentaje de variabilidad de la variable dependiente explicada por el modelo (variables independientes). Para su interpretación, se ha señalado que un valor de R2 < 0,02 no tiene TE, R2 = 0,02 expresa un TE pequeño, R2 = 0,13 un TE mediano y R2 = 0,26 un TE grande (Ellis, 2010). Se utilizó el método de pasos sucesivos porque es un procedimiento en el que las variables independientes entran o salen del modelo dependiendo de su significación, lo que nos permite comprobar con mayor eficacia cuáles son las variables que mejor predicen los diferentes tipos de ansiedad, además de evitar problemas de colinealidad.

Resultados


En la Tabla 1 se pueden ver los análisis descriptivos de todas las variables en función de las diferentes condiciones sociodemográficas y factores relacionados con el COVID-19, aportando la N, media, y desviaciones típicas.

Tabla - 1Tabla - 1

En las variables de ansiedad, IEP y regulación emocional con respecto al sexo, encontramos diferencias significativas en los siguientes tipos y situaciones de ansiedad: ansiedad cognitiva [t(99) = -4,571, p<.05, IC 95% (-8,224 a -3,244), 1- ? = .98, d = 1] con un tamaño del efecto grande, ansiedad fisiológica (rango promedio hombre: 35,79; rango promedio mujer: 57,43; Z = -3,56, U = 622, p<.05, 1- ? = .99, d = .79) con un tamaño del efecto mediano, ansiedad total (rango promedio hombre: 35,76; rango promedio mujer: 57,45; Z = -3,57, U = 621, p<.05, 1- ? = .99, d = .82) con un tamaño del efecto grande, situaciones de evaluación (rango promedio hombre: 33,37; rango promedio mujer: 58,70; Z = -4,17, U = 539,5, p<.05, 1- ? = .99, d = .97) con un tamaño del efecto grande, situaciones fóbicas (rango promedio hombre: 39,54 rango promedio mujer: 55,47; Z = -2,62, U = 749,5, p<.05, 1- ? = .98, d = .59) con un tamaño del efecto mediano y situaciones de vida cotidiana (rango promedio hombre: 36,25; rango promedio mujer: 57,19; Z = -3,46, U = 637,5, p<.05, 1- ? = .99, d = .83) con un tamaño del efecto grande, donde las mujeres experimentan mayores niveles que los hombres (ver Tabla 1). Respecto a la IEP y la regulación emocional encontramos solo diferencias estadísticamente significativas en el factor de reparación de la IEP [t(99) = 2,251, p<.05, IC 95% (0,346 a 5,503), 1- ? = .93, d = 0.49] y el factor de supresión de la regulación emocional [t (99) = 2,261, p<.05, IC 95% (0,319 a 4,894), 1- ? = .92, d = .48] ambos con un tamaño del efecto pequeño, donde los hombres tienen puntuaciones más altas que las mujeres (ver Tabla 1).

En relación a si los familiares o amigos han sufrido COVID-19, encontramos diferencias significativas en los factores de ansiedad fisiológica (rango promedio sí ha sufrido: 45,94; rango promedio no ha sufrido: 62,69; Z = -2,49, U = 595, p<.05, 1- ? = .99, d = .67), situaciones fóbicas [t (99 = -2,194, p<.05, IC 95% (-4,428 a -0,222), 1- ??= .94, d = .51] y situaciones de vida cotidiana (rango promedio sí ha sufrido: 45,84; rango promedio no ha sufrido: 63; Z = -2,56, U = 588, p<.05, 1- ? = .99, d = .63), las tres con un tamaño del efecto mediano, donde aquellas personas que han tenido la experiencia de algún familiar o amigo contagiado con COVID-19 presentan niveles más bajos que los que no han tenido esa experiencia cercana (ver Tabla 1). Dado que en nuestra muestra solo 7 personas han sufrido CO-VID-19 y 5 toman medicación para algún trastorno mental, realizar comparaciones de medias para estas dos variables no lo consideramos pertinente. Respecto al resto de variables sociodemográficas analizadas, hay que destacar que no hubo diferencias significativas.

En la Tabla 2 se presentan las correlaciones de Pearson y Spearman entre cada uno de los factores del ISRA-B y el TMMS-24 y el ERQ.

A continuación, en la Tabla 3 se presentan los resultados de los análisis de regresión jerárquica por pasos sucesivos, donde las variables dependientes fueron cada uno los tipos de ansiedad medidos por el ISRA-B, y las variables independientes aquellos factores del TMMS-24 y del ERQ que han correlacionado con cada una de las variables dependientes.

Conclusiones y discusión

El objetivo principal de este estudio fue analizar la relación entre la IEP, el reappraisal y la supresión como estilos de regulación emocional y la ansiedad en tiempos de pandemia en jóvenes adultos. Este estudio aporta datos adicionales a estudios ya realizados en estos dos años de pandemia, en los que se ha puesto de manifiesto el papel de la IE como factor protector de la salud mental durante la pandemia del COVID-19 (ver por ejemplo Persich et al., 2021). A diferencia de otros estudios, presentamos la influencia de los niveles de IEP y tipos de regulación emocional en los niveles de ansiedad distinguiendo un triple sistema de respuesta (cognitiva, fisiológica y motora) y cuatro tipos de situaciones (de evaluación, interpersonales, fóbicas y de la vida cotidiana). Además, exploramos cómo las variables sociodemográficas y otras relacionadas con el COVID-19 pueden estar influyendo de manera diferencial en los niveles de ansiedad experimentados.

De acuerdo con nuestra hipótesis inicial, los factores de atención, claridad y reparación influyen de forma significativa en los niveles de ansiedad, coincidiendo con estudios, como los de Fernández-Berrocal, Alcaide, et al, (2006), donde se afirma que el rasgo de IE puede desempeñar un papel de alivio en las relaciones afectivas negativas de miedo o ansiedad, moderando la reacción a eventos estresantes. En concreto, altos niveles de atención y bajos de claridad y reparación emocional predicen la ansiedad total y cognitiva, altos niveles de atención y bajos en reparación predicen la ansiedad fisiológica y altos niveles de atención y bajos en claridad predicen la ansiedad motora. Atendiendo a la ansiedad en función de las situaciones encontramos que los altos niveles de atención predicen las situaciones de evaluación y las situaciones fóbicas, bajos niveles de claridad predicen las situaciones interpersonales y que la combinación de estos (altos niveles de atención y bajos en claridad) predice la ansiedad en las situaciones de vida cotidiana. De acuerdo con estudios previos, los niveles altos de claridad y reparación y medios/bajos en atención indicarían una alta IEP (Extremera y Fernández-Berrocal, 2002). Dado que aquellas personas que prestan más atención a sus sentimientos presentan más ansiedad, tal vez entrenando habilidades atencionales como forma de regulación emocional podrían ser más eficaces. Estos datos convergen con la literatura sobre el estu dio de sesgos atencionales en personas ansiosas (Pérez-Dueñas et al., 2009).

Por otra parte, en contraposición a la segunda hipótesis planteada, reappraisal y supresión no han influido en los niveles de ningún tipo de ansiedad, cuando son controladas por las dimensiones de la IEP, como ya señalaron investigaciones como la realizada por Biglieri (2012), en la que se estudió la relación de las actitudes ansiosas con otras formas de regulación como el análisis lógico, la búsqueda de apoyo o la resolución de problemas. Sin embargo, se puede apreciar una correlación positiva, aunque pequeña, entre los niveles de ansiedad cognitiva y el reappraisal, y una correlación negativa entre los niveles de ansiedad en situaciones interpersonales y supresión. Dado que los individuos ansiosos presentan sesgos de amenaza en múltiples niveles de procesamiento de información, incluidos los aspectos de orientación de la atención, aprendizaje y appraisal cognitivo y la ansiedad cognitiva implica procesos cognitivos, no es de extrañar dicha correlación (Britton, et al., 2011). Esta correlación positiva puede estar mostrando la ineficacia del reappraisal como estrategia de regulación emocional en individuos con altos niveles de ansiedad cognitiva. Estudios futuros en los que se entrene el reappraisal como estrategia de regulación emocional teniendo en cuenta los niveles de ansiedad cognitiva, fisiológica o motora deberán esclarecer su eficacia en función del tipo de respuesta a la ansiedad. Por otra parte, aunque la literatura indique que la supresión como estrategia de regulación emocional no es tan adaptativa como otras, tal vez en situaciones específicas como las interpersonales sí que pueda serlo (Breen y Kashdan, 2011). Estudios futuros en los que la supresión se utilice como forma de regulación emocional en personas ansiosas solo en situaciones interpersonales podrían arrojar luz a este tipo de relación.

Respecto a las variables sociodemográficas y relacionadas con el COVID-19 registradas, de acuerdo a nuestra hipótesis, el sexo es una variable importante a tener en cuenta, ya que los niveles de ansiedad total, de todos los tipos de respuesta y situaciones diferentes varían en función de ser hombre o mujer, experimentando las mujeres mayores niveles de ansiedad con respecto a los hombres (López et al., 2006). En cuanto a la edad, no se han encontrado diferencias significativas en nuestro estudio, aunque podemos ver mayores niveles en todos los tipos y situaciones de ansiedad cuanto más joven es la población. Esto va en concordancia con los resultados de otros estudios, en los que atribuyen estas diferencias a la falta de habilidades de los jóvenes para afrontar situaciones nuevas o que generan incertidumbre (Hidalgo et al., 2020). El hecho de no encontrar diferencias puede ser debido a la homogeneidad de la muestra. Estos resultados se constatan con estudios como el de Sandín et al, (2020), donde apunta un mayor nivel de ansiedad en la población de menor edad y sexo femenino. El estado civil no ha revelado diferencias en los niveles de ansiedad, pues los tres grupos en los que se divide la muestra (soltero, noviazgo, casado) arrojan resultados similares, en contraposición con otros estudios que recogen que la población casada presenta mayores niveles de ansiedad frente al COVID-19 (Ortega et al., 2021). Estos resultados pueden deberse al hecho de que solo 14 de los 99 participantes en el estudio estaban casados y eran aquellos con más edad. Estudios previos también indican que las personas que viven solas tienen mayor probabilidad de desarrollar problemas de salud mental y por tanto de experimentar ansiedad en estas situaciones de pandemia (Andrades-Tobar, 2021). Sin embargo, dado que solo 2 personas de nuestra muestra vivían solas, este estudio no nos permite explorar este factor de riesgo ante la ansiedad. Respecto al nivel de estudios, aunque no se encontraron diferencias significativas, podemos indicar que los sujetos con mayor nivel de estudios tienden a presentar mayores niveles de ansiedad y atención, probablemente por tener un conocimiento mayor de lo que supone el COVID-19 como amenaza para nuestra salud (Lozano-Vargas, 2021). De igual forma, en variables como si han estado en tratamiento psicológico, si tiene alguna enfermedad relacionada con la ansiedad o si toma medicación, aunque no se han encontrado diferencias significativas, existe una tendencia diferencial entre el grupo que ha contestado de manera afirmativa en comparación con el grupo que ha contestado de manera negativa. Este dato va en línea con otros estudios que indican que los niveles de ansiedad de las personas que ya contaban con un diagnóstico y tratamiento psicológico relacionado con la ansiedad se han incrementado con la pandemia, sobre todo en los grupos considerados de riesgo (Ozamiz-Etxebarria, Dosil-Santama-ria, Picaza-Gorrochategui, e Idoiaga-Mondragon, 2020). Respecto al hecho de haber sufrido COVID-19 o no, solo 7 personas de nuestra muestra lo habían padecido y la media de ansiedad total fue mayor que para el resto de participantes en nuestro estudio. Revisando la literatura encontramos cómo el hecho de sufrir COVID-19 ha sido la causa del aumento y, en otros casos, de la aparición de síntomas relacionados con trastornos mentales, como la ansiedad, en gran parte de la población contagiada, siendo estos niveles aún más altos en la población que ya presentaba alguna otra enfermedad previa (Conesa, 2021). Un último dato interesante, a seguir investigando en futuros estudios, es el hecho de que aquellas personas que han tenido un familiar o amigo que ha padecido COVID-19 presentan menores niveles de ansiedad que aquellos que no han tenido esa experiencia. Tal vez este dato se pueda explicar por el hecho de haberse expuesto a la enfermedad, pero sin haberla sufrido en primera persona. Un dato interesante para investigar en futuros estudios que puede ayudar a manejar la coronofobia.

Entre las limitaciones cabe destacar que el estudio se vio afectado en la fase de reclutamiento y posteriormente en el análisis de los resultados debido a las condiciones propias derivadas de la pandemia en la que la recopilación de los datos fue en formato on-line, favoreciendo un reducido tamaño de la muestra por falta de compromiso en la participación. Quizás el protocolo de consentimiento informado pudo afectar, pues muchos sujetos mostraron interés, pero no participaron al no completar el proceso para ser incluidos. El uso único de medidas de autoinforme es otra de las limitaciones de este estudio, por lo que en estudios futuros en los que se puedan aplicar los test de manera presencial se incluirán otras medidas de ejecución con el MSCEIT (Brackett y Salovey, 2006). De igual forma, la presencia de numerosas variables y aspectos que no han sido considerados para ser analizados por el tamaño de la muestra deben ser tenidos en cuenta para futuros estudios.

Tabla - 2

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